David Martín- Porras ha llevado a la gran pantalla la obra teatral de Guillem Clua, “La piel en llamas”, que critica y reflexiona sobre la política y los medios de comunicación en tiempos de guerra. La obra se estrenó en 2005 marcada por el contexto de la época y tuvo un recorrido amplio a nivel internacional, ha explicado Clua en rueda de prensa.
Cuando consideraba que “La piel en llamas” ya había cumplido su periplo, llegó a Martín-Porras en forma de recomendación por parte de una de sus alumnas de cine en Los Ángeles. En cuanto volvió a España se compró la obra que desconocía hasta el momento. La leyó y le enganchó, no solo por la originalidad del tema y de cómo está contada, sino porque no es la típica película antibélica a la que estamos acostumbrados. De hecho, se sorprendió por la conexión emocional que experimentó. Asegura que se sintió identificado para lo bueno y lo malo con el personaje principal, Frederick Salomon.
Salomon comete un error en el pasado, del cual se arrepiente y no le deja vivir. ‘Todos convivimos con algún episodio de nuestro pasado que nos sigue reconcomiendo e incluso daríamos lo que fuera por volver atrás para cambiarlo’, ha afirmado determinante. Pero como eso no es posible, la única herramienta que el ser humano tiene para sobrevivir es rendirse o conformarse, ha reflexionado. Tras aquella conexión inmediata quedó con Clua para tomar un café, y ese fue el comienzo de este proyecto que hoy presentan en la Sección Oficial No competitiva del Festival de Málaga.
El texto se fundamenta en cuatro personajes interpretados por Óscar Jaenada, Fernando Tejero, Ella Kweku y Lidia Nené, cuyo trabajo conserva los diálogos y la esencia teatral originales. Uno de los mayores retos para el director ha sido recrear la escena de una violación, por lo que tuvo que recurrir a películas que le sirvieran de referencia. Fue cuando se percató de la importancia del punto de vista a la hora de relatar la experiencia tan devastadora para una víctima. La visión femenina le pareció muy esclarecedora para definir el lenguaje de su largometraje.
Respecto al casting, ha destacado el trabajo interpretativo de Fernando Tejero –quien cambia radicalmente de registro en este largometraje y se esfuerza en aportarle dignidad y realidad al personaje.
Por otro lado, ha explicado que quería que la historia estuviese localizada en un país africano porque le dejó marcado la guerra de Ruanda, uno de los lugares del mundo que a día de hoy continúa con muchos conflictos abiertos.
Clua ha añadido que todo parte de una reflexión sobre lo que es el periodismo y sobre lo que significa la verdad. Los medios de comunicación parece que compiten por encontrar a una víctima modelo que se viraliza, pero una guerra implica un sinfín de víctimas anónimas que quedan relegadas a un número, como seres borrados del mapa y de la historia, ha aseverado. También habla de ‘la dificultad del relato periodístico por intentar revestirse de objetividad, cuando todos sabemos que la información en tiempos de guerra no deja de ser un arma más’.
Para la construcción del relato es clave la responsabilidad del periodista a la hora de transmitir una información sin dejarse influir por intereses políticos y la responsabilidad de mostrar el horror. Solo es legítimo mostrar el dolor ajeno si lo hacemos con el fin de intentar mitigarlo. ‘A pesar de que siempre oímos que tenemos que mostrar el horror para que la gente sepa qué está pasando, la verdad es que esa no debería ser la función porque terminamos por normalizarlo y eso nos inmuniza’, ha argumentado.
Asegura que en algunas ocasiones le han reprochado que refleje el dolor de una manera tan cruda desde la ficción, cuando en realidad para él a día de hoy la ficción se puede convertir en la herramienta más poderosa para transmitir la verdad, aunque parezca una contradicción, ha culminado Clua.
Fuente: FestivaldeMalaga.com
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