La ópera prima de Mariano Biasin (Buenos Aires, 1980), “Sublime”, ha sido la película ganadora del Premio Sebastiane Latino que otorga GEHITU, la Asociación de Gais, Lesbianas, Trans, Bisexuales e Intersexuales del País Vasco. Con este galardón el colectivo distingue a la película latinoamericana que mejor representa la diversidad sexual y de género.
Para Biasin, recibir este premio ha supuesto ‘una sorpresa llena de emoción. Nos costó mucho hacerla porque coincidió con la segunda ola de la pandemia. Una vez terminada, empezaron a pasar muchas cosas y la película está consiguiendo tener un largo recorrido’.
El protagonista de la película, Manuel, es un joven de 16 años que vive en un pequeño pueblo costero. Entre sus aficiones se encuentra tocar el bajo en una banda con sus amigos. En su primer encuentro con Azul, una joven del pueblo, Manuel empieza a ver a su amigo Felipe, integrante del grupo, con otros ojos. Las situaciones cotidianas de esa amistad cambian y Manuel trata de averiguar si el impulso es mutuo. Su reto será no dañar su amistad.
Sobre cómo surge la idea de hacer este film, Biasin nos cuenta que ‘hice un corto en esta franja de edades al que le fue muy bien. Con Juan Pablo Miller, uno de los productores, vimos la oportunidad de extender un corto que había hecho. Pero éste funcionaba tan bien individualmente que quise buscar una historia con características similares, incorporando algún que otro conflicto. Ahí apareció la idea de poner al personaje en esta situación de atracción con alguien de su mismo sexo’. El director, no obstante, aclara que ‘intenté que no fuera una película donde el problema del protagonista se basará en cómo se va a tomar el resto su condición, o cómo puede afectarle a él la discriminación que pueda sufrir’.
Para Biasin, lo importante era hablar de despertares: ‘Me gustan, desde siempre, las películas que hablan de personajes que descubren algo en sí mismos, que tratan desafíos personales, sin la necesidad de contar con alguna motivación externa’. Sublime no debe ser juzgada como una película dramática, sino más bien lo contrario. Es una historia amable, con la música como hilo conductor: ‘El contexto de banda de rock de pueblo me es familiar. Me causaba curiosidad introducirlo en una historia de cine, así que este me pareció un escenario bonito para utilizarla: quería que se tratara de un idioma en paralelo a la historia para que los protagonistas pudieran ir volcando en esas canciones las cosas que iban pasando’. A la música le acompaña un mar, un mar que no es casualidad porque ‘fue una de las primeras cosas que apareció. Me parecía que para una película tan encerrada en sí misma, tan hermética, era un buen contrapunto. De alguna manera, significaba colocar a ese personaje en una pintura; posicionarlo dentro de un gran espejo donde él pueda mirarse e investigar qué le pasa’.
El director, concluye señalando que ‘no tengo la ambición de que la película le cambie la vida a nadie. Simplemente quería compartir esa historia. He intentado que esta película tenga elementos de interés no solo para personas que estén en la situación del protagonista, sino también para aquél que es padre, amigo o para cualquiera que se anime a verla’.
Fuente: sansebastianfestival.com
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