La actriz española Alba Ferrara, famosa por sus interpretaciones
secundarias en Cruzando el límite, El dios de madera, Res publica y El crimen de
Peñasca, entre otros largometrajes, y por sus destacadas actuaciones en
cortos tales como Yanindara y Refugio 115, el año pasado protagonizó La rosa congelada.
Tratase de un short en 16mm,
escrito y dirigido por el barcelonés Marc Nadal. Seguramente hecho con pocos
recursos, su escenografía da cuenta del clima correspondiente a la intriga y a los
estados de ánimo de los personajes.
Junto a Ferrara, que hace Rosa, actúan Jesús Sesma, como su marido Oscar,
y Christian Guiriguet, como el amante de ella, Felipe. La cinta es bastante
densa, ya empieza por contemplar el enfado de la protagonista con su vida
matrimonial, visible en el vaso que ella tira contra la pared y en las
perturbaciones, del despertador, ese objecto detestable.
Hay otros objetos o cosas muy bien situados en la economía narrativa,
como la marcación de las diferencias entre los pares por el leche que bebe
Oscar y el café de Rosa; la taza que ella tira al suelo y la fregona que él
utiliza para limpiar los daños hechos.
Luego el reloj de pared, la maleta ejecutiva y la puerta que se cierra
indican que el trabajo llama al hombre, mientras la cadena de música, el sonido
que toca, un porta-retratos hablan de la soledad vivida por la esposa, quizás,
de su mal-estar. También cumple esa función una rosa diversas veces enfocadas,
ni tan solamente en esta escena.
La corbata que falta en la camisa de Felipe es un accesorio que
también hace el mismo juego. En esa ocasión, los rivales se encuentran para que
una escalera, la misma puerta, una bocallave y una llave digan algo sobre el
desconforto del esposo.
Aunque Felipe hubiese preguntado a Rosa si esa no temía el espejo, no
es tan solo el que se importa con los reflejos, ya que muy bien utilizados en
las escenas intimistas. Es un espejo que va preceder a otro encuentro entre los
hombres en el ascensor, seguido de vaivenes de luces, del encuadramiento de una
vela y una botella de vino, objectos fálicos en contrapunto a la pareja
oficial, que se acuesta vestida, y a la pareja adúltera, que hace el amor en la
cama inmaculadamente blanca.
Vale comentar que tanto la rosa cuanto la corbata son respectivamente
asociados al femenino y al masculino por toda una tradición representacional. Y
es tradicional también la elección de un actor mayor para hacer el personaje
traicionado al mismo tiempo en que Guiriguet satisface al estereotipo del
amante por su buena pinta.
Verdad sea dicha, ese personaje solo tiene morbo y motivaciones
sexuales, nada más. Aparte, los diálogos dejan claro que Rosa quiere a Oscar y
hace lo que hace a fin de provocarlo. Pero él no reacciona, la vela roja sigue
prendida, las puertas se abren e se cierran, la maleta vuelve a ponerse delante
de la camera, ella le pega unos pares de hostias, le coge de lo qué? De la
corbata, por supuesto.
Sigue un largo silencio, surgen el interfono y el móvil como otros
objetos sobresalientes (y fálicos) en la narrativa fílmica. Pero aquí
silenciamos igualmente nosotros, no deseamos estropear el contacto directo de
nuestros lectores con el suspense del corto.
Llega un momento en lo cual, al contrario de Rosa, que quiere a Oscar
y lo soporta, deseamos echarlo por la ventana. Las cosas hablan en la cinta,
como dicho, pero en términos de interpretación, Alba Ferrara ilumina todas las
escenas.
Es decir, las roba, de hecho que las roba. Crimen calificadísimo, a
ver si hará lo mismo en Una historia
criminal, de José Duran.
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