
La policia Aledo (Belén López) y Margot (Maribel Verdú), la madre del chico, no pueden contribuir para salvar la historia de visibles fallos. Esa se muestra incapaz de enfrentar problemas emocionales, ni la pérdida del marido, ni la caca de un perrito que es puesto a defecar en el área de su piso ni otras molestias promovidas por su tirano vecino. Mucho menos, los conflictos generados por el hijo, a quien le encanta el peligro hasta llegar al límite de la delincuencia.
Cómo suele ocurrir en muchas narrativas céntricas, la culpa de los males reside en el que viene de fuera. Y que casi siempre es el que se muere o que debe morirse. En este caso, un patotero ecuatoriano cuya muerte realiza la redención de la jodida familia peninsular. El asesinato se consume por culpa no del previsible candidato a delincuente, pero de otro chico, correcto en todo, a no ser por la sospecha de homosexualidad.
Ese tendrá de asumir graves responsabilidades por una actitud que no sería capaz de cometer en otras condiciones sino que acosado. Es decir, la sexualidad que en él aflora tiene de ser punida por se desviar de las normas, algo impensable en los días que vivimos. Y además, la cinta sigue el rollo a 'Los niños salvajes', de Patricia Ferrreira, galardonada el año pasado. Pero es muy difícil que un rayo se caiga otra vez en el mismo lugar.
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