Coixet, solamente en un escenario, con dos actores que quizá cambian sus ropas, ha encantado el certamen malagueño con una película que recuerda mucho a los clásicos de Ingmar Bergman.
Javier Cámara y Candela Peña hacen una pareja que tras la muerte del hijo, se quedaron separadas por cinco años y se reencuentran. Él ahora vive en Alemania, es casado y su mujer está embarazada. Ella se ha parado en el tiempo, sofriendo a cada minuto la muerte del hijo.
La película puede ser dividida en tres grandes momentos, empezando por el reencuentro de la pareja, seguido de la comunicación de él a ella de que está casado, de cuando le dice que está embarazada hasta el final. Eses tres momentos distintos dejan el espectador preso en la tela esperando el desarrollo de todo, en un guión ágil y eficiente y una Coixet cada vez mejor.
Además, la cinta se pasa en un solo día, y Coixet mezcla la historia con flashbacks de los propios actores en separado, como si fuese la conciencia de cada uno acerca de lo ocurrido en aquella ocasión. Una clase de cine, por supuesto.
La película ya es un clásico, y Cámara y Peña hacen interpretaciones antológicas, causando risas y lagrimas en el espectador. Con pinta de Goya, la pareja se pone como principal candidata a los premios de interpretación del certamen, hecho ese ya ocurrido en 2003, con Torremolinos, de Pablo Berger. Si ese pronóstico ocurrir, Cámara ganara su tercero premio en el certamen. Uff!
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